DI NO A TUS DOGMAS

domingo, 23 de octubre de 2011

Hasta ahora, sólo paranoia




Efectos de las radiaciones de la telefonía móvil en la salud

El día de ayer se dio a conocer un estudio (enlace al estudio) hecho por el Instituto de Cáncer y Epidemiología de Dinamarca en el que concluyen que el uso de teléfonos móviles no aumenta el riesgo de cáncer cerebral. Estos estudios fueron aplicados a más de 350 mil personas a lo largo de 18 años. Porque con el cáncer es así, se deben hacer estudios empíricos sometidos a sentencias estadísticas para llegar a alguna conclusión.

Ya antes se habían hecho otros estudios parecidos. Sin duda el tema es de interés general, a todos los niveles de la población, o por lo menos debería serlo, porque incluso los que no son usuarios, me atrevería a decir que absolutamente todos los humanos recibimos radiaciones electromagnéticas de alguna máquina creada por el hombre.
Pero, ¿por qué preocuparnos? ¿en qué recae este miedo a las radiaciones de los teléfonos móviles, las antenas y, en general, a las tecnologías inalámbricas? Yo creo que hay varios factores que dan sustento a esto.
Por un lado está el hecho de que existen radiaciones que han demostrado ser cancerígenas. Como los rayos X o los rayos gamma. Se ha comprobado que una larga exposición a determinado tipo de radiación, y a potencias suficientemente altas, generan daños a la salud.
Por otro lado está el misteriosísimo efecto de los hornos de microondas que logran calentar alimentos sin usar fuego, sólo con radiaciones electromagnéticas.
Está también el hecho de que hoy en día existen unos 5 mil millones de teléfonos celulares en uso alrededor del mundo. El móvil ya es un instrumento de uso cotidiano, la inmensa mayoría de la gente en las zonas urbanizadas hacen uso de él. Incluso ha dejado de ser un artículo de lujo considerando que su presencia ha dejado de ser exclusiva de las clases medias y altas.
A los humanos nos gusta comunicarnos, y la telefonía móvil ha permitido que lo podamos hacer casi desde cualquier lugar y a cualquier hora.
Así que es normal preocuparse por cómo funciona algo que usamos todos los días y que nos acompaña en nuestros bolsillos durante varias horas al día. Sobretodo si se trata de algo tan enigmático. Y qué más enigmático que lo que es invisible. Creo que la principal razón por la que nos preocupamos es por tratarse de algo desconocido, algo invisible.
Un dato: la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de la Organización Mundial de la Salud considera que el uso de teléfonos celulares debe ser clasificado como "posiblemente cancerígeno para los seres humanos". Pero adivinen qué, bajo esta clasificación también está el café.

Es curioso darse cuenta de que la gente se preocupa más por la presencia de un poste con antenas para comunicaciones móviles, que por el uso del teléfono celular en sí. La noticia es que estamos mayormente expuestos a las radiaciones electromagnéticas al hacer una llamada por teléfono celular, que teniendo una antena a diez metros. Si es que existieran riesgos por la presencia de este tipo de ondas electromagnéticas, sería por el uso de los teléfonos, no por tener antenas en nuestro tejado. Esto es un hecho, por eso los estudios se centran en el uso del teléfono y no en las antenas base.

Hasta ahora no se ha comprobado que existan daños a la salud por el uso de teléfonos. Existen algunos reportes de gente que ha sufrido algunos daños y los ha atribuido a la presencia de grandes antenas en las cercanías. Incluso han habido casos en los que se han retirado postes de telefonía móvil ante las exigencias de algunas poblaciones. Así sucedió en Francia hace dos años.

Pero este locutor atribuye estos hechos al miedo a lo desconocido. No digo que no deban seguir haciéndose estudios, que no deban seguir habiendo regulaciones (porque toda antena y teléfono tiene restricciones legales de potencia; de hecho la Unión Europea establece un límite de potencia 75 veces por debajo del límite dañino, en Catalunya está legislado a ser 150 veces menor), sólo digo que mucho del miedo está alimentado por una gran dosis de ignorancia.

Sin embargo, por otro lado está el hecho ineludible de que el mercado de las telecomunicaciones es uno de los más grandes del mundo, de los que mueven más dinero en todo el planeta y, por lo tanto, de los sectores que más poder tiene y con ello más capacidad de manipulación de información. No me extrañaría que, así como las empresas tabacaleras y las petroleras han hecho durante décadas, muchos de los estudios y declaraciones "especializadas" estén influidas por los poderes de las telecomunicaciones.

El asunto está, a mi juicio, plagado de paranoias. Paranoias que además caen, en ocasiones, en sinsentidos, considerando que los que muchos pueden quejarse ante la construcción de una antena en su azotea, pero nunca ante la existencia de éstas en cualquier otro techo o, más extremo aún, ante la simple existencia de los teléfonos móviles.

Ante las pruebas que hasta ahora se han presentado y lo que personalmente he estudiado e investigado, sin ignorar por supuesto la posibilidad de que exista la manipulación de algunos estudios al respecto, yo opino, amable audiencia, que no hay, a la fecha, razones suficientes para temerle a las radiaciones de los teléfonos móviles. Usémoslos a todo gusto. Y no nos asustemos por la antena que hay a más de diez metros de nuestra ventana.


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