O más bien, yo amputé al Morelos. Porque ni nombre completo tenía
ya: Jo*é María Morelos, “El Joe”. Me lo robé porque de siervo
no le quedaba nada, ni siquiera las letras colgando, ni siquiera
empolvadas en el suelo. Le corté las patas al caballo de Morelos
porque los Sentimientos de la Nación quedaron hechos trizas, sopa de
letras en muro, sin palabra completa alguna.
- Le llamaremos Operación Joe.
- Mejor G.I. Joe. Suena más a operación secreta y de soldados y
así.
- No, Operación Joe nomás.
- Bueno, ¿y de qué va el asunto?
- Vamos a robarnos el Morelos.
- ¿Cuál Morelos?
- El de la carretera. El que está entrando a Morelos, hacia
Cuernavaca.
- Ah, ese.
- Sí, ese.
- ...
- ¡Qué!
- Estás loco.
Guerrero Águlia 1 fue el más difícil de convencer. Pero una vez
que accedió ya no tuvimos problemas para que Guerrero
Águila 2, 3 y 4 se unieran a la operación.
- ¿Y por qué, o qué?
- Por el abuelo.
Se rasca la cabeza por arriba de la nuca, codo
al cielo, cejas alzadas, media sonrisa para que las palabras suenen
más suaves. - Tu abuelo ya no vive, mano.
- Pues por eso mismo. Si él
viviera, seguro él se lo robaba.
- Cámara, lo hacemos. Pero no empieces con metáforas
que ya te vi las ganas. En Operación Joe que robar sea robar, cortar
sea cortar y abuelo signifique abuelo, ¿va?
- Va.
“¿Qué
importa si una escultura monumental se retrasa en su develación unos
días, si va a ser admirada durante cientos de años, por muchas
generaciones de personas? ¿Qué se debe preferir, ejecutar un
mamarracho en tres meses, por cumplir un plazo corto exigido en un
papel o realizar una obra de arte que represente a un Héroe en toda
su dignidad y gallardía y durante siglos sea admirada recordando
elogiosamente el nombre del autor y el estadista que la mandó
construir? Con estas obras no hay que coartar la libertad del artista
creador.”
Así respondió el abuelo al gobernador de Morelos, en
1986, cuando este último le increpó por la demora en la entrega de
Joe.
Y los cientos de años se veían amenazados por
pastizales creciendo en derredor a la escultura ecuestre, ocultándola
y reduciendo, con cada centímetro que crecían, los siglos a
décadas.
-
Es una picop.
- ¿Es lo más grande que conseguiste?
-
Pues sí, ni modo de traer un torton.
- ¿Y sí va a caber?
- Yo digo que sí, ¿qué tan grande es?
- Pues... normal. O sea, del tamaño de un caballo, con
alguien arriba.
- Entonces sí cabe.
10 de diciembre de 2012. Guerrero Águila 1, 2, 3, 4 y 5
reunidos en un Vips para detallar los últimos ajustes de la
Operación Joe.
- Gordo.
- Así no me llamo.
- Rubén.
Suspiro y luego con pausa entre cada palabra. - Guerrero
Águila 3.
- Guerrero Águila 3.
- ¿Qué pasó?
- ¿Con qué lo vamos a cargar, o
cómo está ese asunto?
- Lo vamos a cortar de las patas.
- ¿Con qué?
- Seguetas y sopletes, serruchos y machetes.
- ¿Ya los tenemos?
- Ya.
- Muy bien, Gordo.
“Me
apena mucho su amenaza de castigarme económicamente si no cumplo en
el tiempo especificado, pues eso me obliga a que mi mejor obra, el
Morelos a caballo, la ejecute de prisa, y mal, y no pueda superar con
creces el “morelote” que con razón detesta usted. Estoy
trabajando al máximo de tiempo, le ruego me deje trabajar en
libertad de acción y esté usted seguro de que cumpliré como es
debido”
Y el Morelos a Caballo se va convirtiendo en “morelito”. Entre el
abandono y la indiferencia. De gobiernos y desgobiernos. De pilotos y
copilotos.
- Me lleva la chingada.
- ¿No que era del tamaño de un caballo?
- Pues así se veía de lejos.
- No va a caber en la picop.
- No, pues ya sé.- Pausa meditabunda. -¿Y en partes?
- Será en partes, pero completito no. Se van a quedar algunos
pedazos.
- Nos llevamos lo que quepa. Vamos a darle.
Las desgracias vuelven las miradas. Pero sólo las desgracias
súbitas. A las desgracias paulatinas nos vamos acostumbrando y
adaptando. Se camuflan en el paisaje, se pierde el momento en que se
definen como tales. Las desgracias súbitas alzan voces, mueven
plumas y nos obligan a desempolvar recuerdos, a reconocer nuevamente
a paladines olvidados.
- ¿Bueno?
- ¿Eduardo Tamariz?
- Servidor
- Habla el gobernador Graco Ramírez. Supongo que ya sabe del
Morelos.
- Sí, por supuesto. Una desgracia.
- Así es. Urge que restauremos la obra de su padre, y esperaba poder
contar con usted. Y aprovechamos y cortamos los pastizales, pintamos
los muros y ponemos de nuevo las letras, doradas. ¡Que resplandezca
nuevamente la figura de Joe María Morelos!
- Es José María.
- Ah... cierto.
Ya podemos estar más tranquilos. Se van recuperando los siglos
presagiados.
El gobernador morelense informó que en enero será restaurada la estatua del general José María Morelos y Pavón, que fue destruida el pasado 11 de diciembre y encontrada destruida por personal de Caminos y Puentes Federales (Capufe).
Previamente, el delegado de Capufe en Morelos, Miguel
Ángel Bucio, informó que la escultura ecuestre, localizada en el
kilómetro 49 de la autopista México-Cuernavaca, fue dañada en un
50 por ciento por presuntos vándalos.
Sobre el tema, esta mañana Ramírez Abreu informó
en su cuenta de Twitter que la efigie será restaurada el próximo
mes con el hijo del maestro Ernesto Tamariz, quien participó con su
padre en la fundición. "Se va a rescatar", afirmó el
mandatario morelense.
**Nota
de El Universal, 28 de diciembre de 2012
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