Hoy soñé que moría. Escondido abajo de un fregadero, en la cocina de una casa grande incrustada en el monte, parece ser que los rebeldes allá afuera no aguantaron más y una docena de soldados entraron al refugio. Yo conversaba con otras tres personas y fui el que dio la alarma de que se acercaba corriendo el enemigo. Nos agachamos, y desarmados esperamos unos segundos antes de que uno saltara hacia la cocina y simplemente nos disparara a todos.
A mi me dieron en el cuello. Sentí la herida y la sangre. El sueño no terminó con el estruendo del rifle o con el dolor por la bala. Aún hubo tiempo, y sabiendo que me quedaban reducidos instantes de vida empecé a agradecer por todo lo que había vivido y por la gente que había conocido. No me lamenté de nada.
Entonces sí desperté. Desperté y pude reiterar que si hoy me muriera moriría feliz. Tal vez con algunos pendientes que hacer en vida, pero satisfecho con lo hecho. Que se sepa pues: si muero pronto lo haré sonriendo.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
Estás muertito Ángel.
Publicar un comentario