Efectos de las radiaciones
de la telefonía móvil en la salud
El día de ayer se dio a conocer un
estudio (enlace al estudio) hecho por el Instituto de Cáncer y Epidemiología de
Dinamarca en el que concluyen que el uso de teléfonos móviles no
aumenta el riesgo de cáncer cerebral. Estos estudios fueron
aplicados a más de 350 mil personas a lo largo de 18 años. Porque
con el cáncer es así, se deben hacer estudios empíricos sometidos
a sentencias estadísticas para llegar a alguna conclusión.
Ya antes se habían hecho otros
estudios parecidos. Sin duda el tema es de interés general, a todos
los niveles de la población, o por lo menos debería serlo, porque
incluso los que no son usuarios, me atrevería a decir que
absolutamente todos los humanos recibimos radiaciones
electromagnéticas de alguna máquina creada por el hombre.
Pero, ¿por qué preocuparnos? ¿en qué
recae este miedo a las radiaciones de los teléfonos móviles, las
antenas y, en general, a las tecnologías inalámbricas? Yo creo que
hay varios factores que dan sustento a esto.
Por un lado está el hecho de que
existen radiaciones que han demostrado ser cancerígenas. Como los
rayos X o los rayos gamma. Se ha comprobado que una larga exposición
a determinado tipo de radiación, y a potencias suficientemente
altas, generan daños a la salud.
Por otro lado está el misteriosísimo
efecto de los hornos de microondas que logran calentar alimentos sin
usar fuego, sólo con radiaciones electromagnéticas.
Está también el hecho de que hoy en
día existen unos 5 mil millones de teléfonos celulares en uso
alrededor del mundo. El móvil ya es un instrumento de uso cotidiano,
la inmensa mayoría de la gente en las zonas urbanizadas hacen uso de
él. Incluso ha dejado de ser un artículo de lujo considerando que
su presencia ha dejado de ser exclusiva de las clases medias y altas.
A los humanos nos gusta comunicarnos, y
la telefonía móvil ha permitido que lo podamos hacer casi desde
cualquier lugar y a cualquier hora.
Así que es normal preocuparse por cómo
funciona algo que usamos todos los días y que nos acompaña en
nuestros bolsillos durante varias horas al día. Sobretodo si se
trata de algo tan enigmático. Y qué más enigmático que lo que es
invisible. Creo que la principal razón por la que nos preocupamos es
por tratarse de algo desconocido, algo invisible.
Un dato: la
Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de la
Organización Mundial de la Salud considera que el uso de teléfonos
celulares debe ser clasificado como "posiblemente cancerígeno
para los seres humanos". Pero adivinen qué, bajo esta
clasificación también está el café.
Es curioso darse cuenta de que la gente
se preocupa más por la presencia de un poste con antenas para
comunicaciones móviles, que por el uso del teléfono celular en sí.
La noticia es que estamos mayormente expuestos a las radiaciones
electromagnéticas al hacer una llamada por teléfono celular, que
teniendo una antena a diez metros. Si es que existieran riesgos por
la presencia de este tipo de ondas electromagnéticas, sería por el
uso de los teléfonos, no por tener antenas en nuestro tejado. Esto
es un hecho, por eso los estudios se centran en el uso del teléfono
y no en las antenas base.
Hasta ahora no se ha comprobado que
existan daños a la salud por el uso de teléfonos. Existen algunos
reportes de gente que ha sufrido algunos daños y los ha atribuido a
la presencia de grandes antenas en las cercanías. Incluso han habido
casos en los que se han retirado postes de telefonía móvil ante las
exigencias de algunas poblaciones. Así sucedió en Francia hace dos
años.
Pero este locutor atribuye estos hechos
al miedo a lo desconocido. No digo que no deban seguir haciéndose
estudios, que no deban seguir habiendo regulaciones (porque toda
antena y teléfono tiene restricciones legales de potencia; de hecho
la Unión Europea establece un límite de potencia 75 veces por
debajo del límite dañino, en Catalunya está legislado a ser 150
veces menor), sólo digo que mucho del miedo está alimentado por una
gran dosis de ignorancia.
Sin embargo, por otro lado está el
hecho ineludible de que el mercado de las telecomunicaciones es uno
de los más grandes del mundo, de los que mueven más dinero en todo
el planeta y, por lo tanto, de los sectores que más poder tiene y
con ello más capacidad de manipulación de información. No me
extrañaría que, así como las empresas tabacaleras y las petroleras
han hecho durante décadas, muchos de los estudios y declaraciones
"especializadas" estén influidas por los poderes de las
telecomunicaciones.
El asunto está, a mi juicio, plagado
de paranoias. Paranoias que además caen, en ocasiones, en
sinsentidos, considerando que los que muchos pueden quejarse ante la
construcción de una antena en su azotea, pero nunca ante la
existencia de éstas en cualquier otro techo o, más extremo aún,
ante la simple existencia de los teléfonos móviles.
Ante las pruebas que hasta ahora se han
presentado y lo que personalmente he estudiado e investigado, sin
ignorar por supuesto la posibilidad de que exista la manipulación de
algunos estudios al respecto, yo opino, amable audiencia, que no hay,
a la fecha, razones suficientes para temerle a las radiaciones de los
teléfonos móviles. Usémoslos a todo gusto. Y no nos asustemos por
la antena que hay a más de diez metros de nuestra ventana.